Mariana San Juan
Pintar la experiencia biográfica , volver a momentos claves , lugares , escenas que fueron hitos, que me marcaron profundamente, que me hacen ser quien soy . Que llevo conmigo, que están dentro mío, que tuvieron una intensidad tan fuerte,
que me fueron modificando y que necesito traducirlas en imágenes, plasmarlas … Pintar mi geografía de infancia en Rio Grande , Tierra del Fuego, Haití, el lugar donde nació mi hija, coser el dolor de las perdidas, de lo que no pudo ser …. Atravesarlo todo de nuevo, ya no como protagonista sino como narradora, como artista plástica.
Mariana San Juan nace en Río Grande, Tierra
del Fuego donde crece y vive hasta los 17 años, cuando se instala definitivamente en Buenos Aires.
Durante quince años se dedica a la actividad teatral como actriz, aunque luego redefine su vocación por las Artes Plásticas, estudiando en los talleres de Oscar Grillo Ortiz, Juan Doffo, Diana Dowek y Marcelo Cofone.
Expone de manera individual en , LA casa de la Cultura en Rio Cuarto en 2022 , el Museo Fueguino de Arte en 2019, 2016 y 2014. En la Galería Espacio Colegiales en 2015, en la Casa de Cultura
de Río Cuarto, Córdoba en 2022 y 2007, en el Foyer
de la Casa de la Cultura, Ushuaia 2007 y en el Centro Cultural Defensa, Caba en 2007.
A nivel colectivo expuso en Galería Liliana Rodriguez.
Fue seleccionada en el Salón Federal de Inversiones en 2012,
en el Salón Manuel Belgrano en 2012 y 2010,
en el Centro Cultural Recoleta en 2011, con AAVRA video arte también en el Centro C Recoleta, en la Bienal de Rafaela en 2007.
Fue reconocida con la “Mención Honorífica”
en el Salón Finoquietto 2013.
Mi taller
Críticas de arte
Ambito Financiero
Julio 2011 | Critica de Ana Martinez Quijano
La fascinación del abismo
En «Homenaje a Caspar Friedrich I», Mariana San Juan reelabora
con mirada actual «El mar de hielo» o «El naufragio de la esperanza», obra cumbre del romanticismo alemán.
«Universos» se llama la exposición de las artistas Mariana San Juan, Patricia Mastronardi y Mabel Ruggiero que se inauguró la semana pasada en el Centro Cultural Recoleta.
Las tres se formaron en el taller de la pintora Diana Dowek y han elegido expresarse a través de la pintura, pero exploran el mundo desde diversas perspectivas: San Juan, con sus paisajes, Mastronardi, con sus cuerpos fragmentados, y Ruggiero, con «una ambigua figuración».
Las grandes telas grises de San Juan remiten abiertamente a una obra cumbre del romanticismo alemán: «El mar de hielo», o «El naufragio
del Esperanza», también llamada «El mar helado» o «El Océano Glacial» (1823-1824), de Caspar David Friedrich, que se encuentra en el Museo
de Bellas Artes de Hamburgo. La memorable pintura de Friedrich representa la grandiosidad de las fuerzas de la naturaleza, cuando alcanza
esa condición de la belleza que Kant define como «sublime».
En ella, los abruptos ángulos y las formas quebradas de los hielos simbolizan, junto a los restos de un naufragio, la condición del hombre compenetrado con la naturaleza y el desasosiego del mundo romántico. Este «Sturm und Drang» -el sentimiento de estar en la tormenta-, es, justamente, la cuestión que San Juan acaba por poner bajo la lupa.
Para comenzar, la referencia de nuestra artista a las formas de «El mar
de hielo» es clara y va mucho más allá de una evocación poética o lejana.
El interés y los atributos contemporáneos de las pinturas que hoy San Juan exhibe en el Centro Cultural Recoleta, residen en el modo
de reelaborar
la cita, en el tratamiento monocromático, en la dimensión inmensa
de las telas y en la decisión de llevar a un díptico las formas cortantes
y geométricas del hielo. Luego, aplacadas las tonalidades brillantes
del paisaje original, se acentúa el vértigo de los ángulos y se subraya,
a la vez, el constructivismo de la obra. En suma, la mirada racional, actual, de San Juan, se contrapone a la pasión del paisaje romántico. Pero allí permanece -y resulta imposible dejar de verla- la fascinación que ejerce
el abismo, acrecentada y más tentadora que nunca, en un mundo donde
se estrechan para el hombre casi todos los caminos posibles.
A.M.Q.
Buenos Aires Herald
Agosto 2011 | Critica de Alfredo Cernadas
For the Herald
En “Irrupción de la Memoria, el Confín” de Mariana San Juan, nacida
y criada en Tierra del Fuego, todos los colores que encontrarán serán blancos, grises y negros. Los utiliza en los paisajes inhóspitos, trágicamente imponentes, azotados por el viento y desérticos de nuestras frías planicies y glaciares sureños. Estos impresionantes conjuntos
de rocas irregulares contra los cuales chocan las aguas congeladas
son verdaderamente majestuosos, de una grandeza Wagneriana. El efecto general es de una soledad abrumadora y dramática.
By alfredo cernadas
For the Herald
Artists, besides plying their trade, often earn their keep teaching their art to other people, among other activities. Somehow, many of those pupils, mostly painters, wind up painting in a way amazingly similar to that of their teachers. It has often been the case that, when I attended so-and-so’s exhibition, I guessed who this artist’s teacher was and it turned out that I was right. Well, this certainly did not happen when I saw the works by the three artists who are now exhibiting in the Recoleta Cultural Centre: Patricia Mastronardi, Mabel Ruggiero and Mariana San Juan. All they have in common is that they are former pupils of Diana Dowek, an artist who, although she has a strong artistic personality, did not leave her stylistic imprint on her students.
Patricia Mastronardi’s forte evidently is the human body, which she has portrayed in a series of fragments in the appropriately called series Fragmented Bodies. These fragments belong to a beautifully drawn, vigorous body, carefully painted in a sober, limited palette of strongly contrasting hues. The overall effect is srongly sensuous. In the Tierra del Fuego born and raised Mariana San Juan’s Memory’s Irruption and the Confine, all the colours you will find are white, grey and black. She uses them on barren, tragically impressive windswept and deserted landscapes of our cold Southern plains and glaciers. These impressive ensembles of jagged rocks against which freezing waters crash are of truly majestic, Wagnerian grandeur. The overall effect is of overwhelming, dramatic solitude.
These works could not be more different than Mabel Ruggiero’s silent, sad but very beautifully drawn structures of buildings on the make, “progress” in progress. In Delicate Balance she shows us small humans silently, anonymously, doing their job on iron beams that have no beginning and no end. The men are as faceless and anonymous as their jobs. They indifferently, silently defy the dizzying heights in sombre, grey surroundings that seem set in the middle of grey volcano dust clouds. The only touches of colour can be seen in some of the lonesome worker’s outfits. They are on their own, they do not communicate in this forlorn, cold world for the sale of an endless future.